La libertad de jugar (pájaros sobre andamios 3)

Es siempre maravilloso admirar el transcurrir de la vida en la obra de enfrente. No hay dos días iguales tampoco aquí. Bajo la aparente rutina, un mundo de pequeños detalles o grandes hace que cada día sea único y al mismo tiempo parezca idéntico al anterior. Depende del hastío de quien mira. O de quien hace, imagino que así les pasará a ellos mientras hacen. Mi hacer en este presente es otro, mirar y decir. Y cada hombre (hormiga o pájaro según le toque el lugar en esa gigantesca estructura) es tan único, tan único que asombra. Entre los cientos de puntitos naranja, no hay dos gestos iguales, ni dos gritos, ni dos ritmos que se confundan al levantar una pala o hacer una seña o atrapar una bolsa. Donde hay dos equipos de cuatro hombres cada uno, moviendo la misma polea y subiendo material al piso de arriba, también allí se diferencian. Un grupo es más eficiente, o rápido o ejecutivo que el otro. El otro es más informal o lento o divertido (lo convierten en juego). La estructura que los condiciona es la misma, la diferencia está en ellos y en lo que entre ellos sucede. Sonrío evocando a Michel Crozier  en esta observación mía que parecía irrelevante, sin ninguna pretensión de analista. El libre juego del actor y el sistema y las zonas de incertidumbre. La libertad del actor (el hombre pájaro u hormiga, pero siempre hombre)  el límite que le impone el sistema (estructura, contrato, patrón, sanciones, su grupo, conservar el trabajo) y la estrategia del actor aprovechando las zonas de incertidumbre. Allí donde puede jugar con sus fortalezas en pro de sus intereses, vaya uno a saber cuáles son en ese momento y circunstancia. Le doy cuerda a ese recuerdo, que me trae la imagen de uno de mis grandes maestros en estas artes del territorio y los actores. Ojalá si el lee este texto alguna vez, se reconozca sin que lo nombre, y no le parezca abusivo el uso de tan importantes categorías a un hecho en apariencia tan trivial. Presumo que no, porque también él sabe jugar. El nos enseñó a Crozier (su maestro) este francés gran analista de las organizaciones, del actor y el sistema. Y yo casi sin quererlo, aquí estoy invocándolo, en algo tan simple o aparentemente banal como observar/admirar  los movimientos de una obra a esta hora temprana de la tarde.

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